miércoles, 8 de junio de 2011

LAS JUSTAS MEDIEVALES DE HOSPITAL DE ÓRBIGO

Este fin de semana Hospital de Órbigo ha celebrado la décimo quinta edición de las tradicionales Justas Medievales, que ostentan la declaración de “fiesta de interés turístico regional”, y que este año han cambiado su nombre por “Medievales”.

Las calles de la villa se adornaron con banderas, escudos, espadas, pendones, mesones y un mercado, por el que pasaron reyes, damas, caballeros, bufones, campesinos, todos ellos con sus mejores trajes.

El privilegio de ser Mantenedor recayó en José Pedro Luengo Manjón, gerente del Paso Honroso, una de las empresas más importantes de la zona y que siempre ha estado muy vinculado a esta tradicional fiesta.

Las Justas Medievales rememoran según cuenta la tradición un torneo que protagonizó el caballero leonés Don Suero de Quiñones, en el año 1434, en uno de los últimos Pasos de Armas, denominado Passo Honroso.

Don Suero de Quiñones, hijo de Don Diego, Conde de Quiñones, pidió audiencia al Rey Juan II de Castilla, para pedirle permiso para poder celebrar un torneo especial, cuyo motivo era ganarse la admiración de Doña Leonor de Tovar. Don Suero cada jueves penaba su amor con ayuno y sostenía en el cuello una pesada argolla metálica; por lo que acompañado por sus nueve mantenedores, desafió a todos los caballeros que osaran venir a luchar al Puente de Órbigo.

El torneo dio comienzo el 10 de julio y finalizó el 9 de agosto del mismo año. Al lado del Puente se alzaron la liza, los cadalsos y tribunas para que el pueblo presenciara el combate y tiendas para acoger a las damas, caballeros, armeros,…, que pasarán por allí.

Las justas sólo fueron interrumpidas para celebrar la festividad del patrón Santiago, el día 25 de julio. Cada día daba comienzo con una solemne misa y finalizaba con una gran fiesta. Por allí pasaron más de sesenta caballeros llegados de Alemania, Francia, Portugal y España, que batieron sus armas en más de setecientas carreras. Si algún caballero se negaba a luchar, debía depositar un guante en señal de cobardía y cruzar el río a pie, sólo estaban exentos de la lucha los peregrinos.

Cuentan las crónicas que sólo un caballero murió durante el mes que duraron las justas, el caballero catalán llamado Asbert de Claramunt, y que no pudo ser enterrado en lugar sagrado por mandato de la Iglesia.

Las ciento sesenta y seis lanzas que se rompieron fueron suficientes para liberar a Don Suero, que después de un merecido descanso en su castillo de Laguna de Negrillos, peregrinó a Santiago de Compostela para postrarse ante su tumba y ofrecerle una réplica en oro de la argolla, que todavía luce el busto de Santiago el Menor, y que se custodia en la capilla de las Reliquias de la Catedral de Santiago de Compostela.

Un año más tarde, Don Suero contrajo matrimonio con Doña Leonor de Tovar, y veinticuatro años más tarde uno de los caballeros derrotado en las justas acabó con su vida.

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